La piel es el órgano más grande del cuerpo humano y sirve de barrera protectora. Tanto su salud como la apariencia de la superficie vienen dadas por factores ambientales y por la función de los componentes que engloban las capas inferiores.
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La sustancia oleaginosa se produce en las glándulas sebáceas. El sebo contribuye a impermeabilizar la piel. Forma una película sobre ésta que mantiene el agua dentro y los agentes irritantes fuera.
Estas glándulas, situadas en la raíz de los folículos pilosos, producen grasa. Esta grasa, llamada sebo, lubrica e impermeabiliza la piel y el cabello. Las glándulas sebáceas están presentes en toda la superficie del cuerpo, excepto en las palmas de las manos y en las plantas de los pies.
Es la capa intermedia de la piel y en ella hay nervios, glándulas, proteínas esenciales, enzimas y células sanguíneas, lo que la convierte en el centro de operaciones de la piel. Contiene colágeno y elastina, que sujeta y estructura la piel.
Es la capa exterior de la piel y sirve de barrera entre el cuerpo y el entorno. La capa córnea, la más superficial, está compuesta por corneocitos (células cutáneas planas y muertas) que conforman la barrera de la piel. La capa basal, la más profunda, es donde se produce el pigmento.
La capa superficial es fina e irregular debido a la falta de hidratación. Las células van mudando de forma ineficiente, pegándose unas a otras y evitando que otras células nuevas lleguen a la superficie de la piel.
A medida que se va degradando el colágeno y que se reduce la producción natural, la estructura interna que sirve de sujeción para la piel se debilita y aparecen arrugas.
Las células superficiales tardan más en desescamarse, lo que hace que la piel pierda brillo. La capa superficial es fina e irregular debido a la falta de agua.
Los melanocitos producen demasiada melanina en lo más profundo de la epidermis. En la epidermis, el exceso de melanina hace que aparezcan puntos negros sobre la superficie de la piel.
